La efervescencia creada en USA tras la elección de Obama le ha dado al llamado Tea Party una fuerza notoria. Es una reacción de la más añeja sociedad yanqui, creemos, ante el peligro de avances sociales en todo los Estados Unidos. Una alarma que cuando fue elegido vimos injustificada y que ahora se ha demostrado que teníamos razón. Releyendo una obra sobre el Ku Klux Klan nos ha venido la idea de que tal vez el Tea Party no sea mas una actualización de esa organición racista y reaccionaria. De hecho había un Klan que se llamaba, allá, por la década de 1920, 'Boston Tea Party. Bueno, pues para recordar las hazañas de aquel Ku Klux Klan vean, por ejemplo, el siguiente caso entonces muy sonado:
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Todo estaba en venta en el estado de Indiana allá por los años veinte del siglo pasado, mientras los contrabandistas transitaban por él desde Hammond a Jeffersonvville, desde Terre Haute a Fort Wayne: alcohol, mujeres, policías y funcionarios públicos. Indianápolis, por causa de la geografía y del destino, siempre estaba en centro de todo. No obstante, aunque el crimen había tomado carta de naturaleza en aquel estado, muchos fanáticos se proponían demostrar que sus tentáculos habían surgido en el Mediterráneo, en Roma y en África. La historia del Ku Klux Klan en Indiana en una mezcolanza de miedo, personalismos y política. Como suele acaecer cuando los hombres actúan movidos por el temor, la sensación de alarma acostumbraba a guadar relación más con la distancia que con la cercanía de la amenaza. Unicamente trece de cada cien habitantes de Indiana eran negros o profesaban el catolicismo, pero la marea de los sentimientos raciales, definidos con mucha precisión, como era usual en aquella época, estaba muy alta, y el Ku Klux Klan no tenía que aspirar el elixir norteamericano indígena que impregnaba su actuación.
El Papa era el enemigo más popular, y aunque no constituía el tema principal de las prédicas, sazonó más de un sermón pronunciado desde los púlpitos de Indiana. En North Manchester, un orador del Klan dio así la alarma a sus fervorosos oyentes: '¡Él incluso puede llegar mañana, el el tren del Norte! ¡Es posible que llegue! ¡Estad precavidos! ¡Preparaos! ¡Norteamerica es para los norteamericanos! ¡Buscad en todas partes a los enemigos ocultos! ¡Descubrid a las víboras que tratan de beberse la sangre de nuestra sagrada república! ¡Vigilad los trenes!". ¿Qué podía hacer el pueblo de North Manchester antes semejantes advertencias, sino lo que hizo? Al día siguiente, más de un millar de fanáticos se reunieron en el andén de la estación a esperar al tren que nenía de Chicago. El único pasajero que bajó de él era un corredor de corsés de señora, al que hicieron pasar una hora muy desagradable hasta que se convencieron de que probablemente no era el Papa disfrazado, después de los cual lo metieron en el próximo tren para que pudiera continuar su viaje.
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(1) Texto tomado de la obra de David M. Chalmers 'Ku Klux Klan. Los americanos encapuchados 1865/1965'; Ediciones Grijalbo, 1973, tercera edición. Libro que remendamos.