Pero no tuve la bondad muerta en las calles.
Rechacé su acueducto purulento
y no toqué su mar contaminado.
Extraje el bien como un metal,
cavando más allá de los ojos que mordían,
y entre las cicatrices fue creciendo
mi corazòn nacido en las espadas.
No salí desbocado, descargando
tierra o puñal entre los hombres.
No era
mi oficio el de la herida o el veneno.
No sujeté al inerme en ataduras
que le cruzaran látigos helados,
no fui a la plaza a buscar enemigos
acechando con mano enmascarada:
no hice más que crecer con mis raíces,
y el suelo que extendiò mi arboladura
descifrò los gusanos que yacían.
Vino a morderme Lunes y le di algunas hojas.
Vino a insultarme Martes y me quedé dormido.
Llegò Miércoles luego con dientes iracundos.
Yo lo dejé pasar construyendo raíces.
Y cuando Jueves vino con una venenosa
lanza negra de ortigas y de escamas
lo esperé en medio de mi poesía
y en plena luna le rompí un racimo.
Vengan aquí a estrellarse en esta espada.
Vengan a deshacerse en mis dominios.
Vengan en amarillos regimientos,
o en la congregaciòn de sulfurosos.
Morderán sombra y sangre de campanas
bajo las siete leguas de mi canto.
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(*) Del poemario 'Canto general, capítulo 'Yo soy'