Nos ha dejado don Francisco Correal, un vecino de Las Navas del Marqués, un libro que escribiera, antaño, allá por finales de los años 20 del siglo pasado, Pedro de la Cerda y su esposa Eugenia Lefevre. Pedro de la Cerda -nos informa D. Paco- fue un militar al que, él, compró una finca que hoy se llama La Cerda. Militar que participó en la represión del levantamiento minero de Asturias, durante la II República de España. En las 'Memorias de Azaña' -nos asegura nuestro amigo señalando página y todo- aparece este militar diciendo que el gobierno de esta república estaba lleno de zascandiles. Opinión que llegó a Azaña y que lo destituyó. O algo así. Y, asegura, después no se volvió a saber ni a oír nada de él. En la conversación nos informa, además, que Pedro de la Cerda, el general Alejandro Mas y el pintor Aniceto Marinas se reunían a charlar aquí en Las Navas. Para mayor información asegura que en algunos libros se dice de él, del militar De la Cerda, que daba paseos en 'bolas' por entre los pinos.
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Comenzamos a leer el libro y nos sorprende escribiendo opiniones muy duras sobre la España de su tiempo, del tiempo en el se escribe el libro; es decir: la dictadura del general Primo de Rivera. Manifestamos nuestra sorpresa al que nos ha dejado el libro; quien -tenemos que proclamarlo- es muy amante de las cosas de su pueblo y las conoce al dedillo; y el libro también. Nos dice, sin dudarlo, que es normal, porque Pedro de la Cerda era republicano y estaba siendo maltratado por la dictadura de aquel entonces: la llamada dictablanda. Por eso se fue de España realizando un viaje por el mundo. El libro es el resultado de ese garbeo turístico por el orbe. Se titula 'Viaje universal en busca de la verdad'. Y comienza, según parece, por estos lares.
Así lo describen el militar y su esposa:
"Todo llega en la vida: el 27 de julio de 1928, solitos y sin que nadie se apercibiese, partimos de nuestra casita 'Los Golos', situada en la Sierra de Malagón, a 1.400 metros de altitud, centrada en inmenso y delicioso pinar. Por la tarde, en la capital, recogemos nuestros bagajes, y el 28, temprano, en el rápido, camino de París.
A las once el tren atraviesa el pinar; a lo lejos nuestra casita blanca, solitaria, testigo de nuestras dichas; allí quedan 'Soberbia' y 'Choli', que durante doce años nunca nos abandonaron en penosos viajes, nuestros inolvidables y mejores amigos, los únicos que jamás nos mordieron; espérannos (sic), con gran pena nos atormenta vuestra ausencia. Nos abrazamos; el mismo pensamiento nos asalta. ¿Volveríamos? Siempre unidos y felices en la zozobra y pesares, después de tanta aventura, riesgos y peligros únicos, que animosos y convencidos afrontamos en nuesto viaje. Solos, sin apoyos en el mundo, mas con la fuerza ideal que da nuestra solidaridad, sin abandonos, frente a frente de lo desconocido e inevitable.
Por la noche abandonamos nuestro territorio; después de sufrir todas las vejaciones imaginables ante la policía y sus esbirros, también avergonzados, presentes sus desafueros y obligados por el régimen. Pasamos y seguimos, entrando en Francia sin molestia alguna, el 29 de madrugada en París.
¡¡París, París!! (sic), la antorcha siempre encendida, que jamás toleró apagar un pueblo viril pleno de razón y libertad. Respiramos, nos sentimos superiores; parece que ya no somos bestias, nos elevamos a seres que pueden pensar, sentir y querer libremente. ¡¡París!! (sic), que recoge y ampara todos los anhelos humanos con sus grandezas y liviandades; en donde viven su vida: el sabio, superándose y acercándose hasta la posible sabiduría; el artista, con sus creaciones, elevándose hasta el genio; el vicio y la corrupción, hundiéndose en fétidos y profundos fangos."
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Eugenia Lefevre y Pedro de la Cerda
('Viaje universal en busca de la verdad'; editorial C.I.A.P. -Compañía Ibero-Americana de Publicaciones; Madrid-Barcelona-Buenos Aires, 1930, página 12; Compañía General de Artes Gráficas, Madrid)
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(*) Título nuestro
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