En el origen fue el silencio de las jaras encendidas, los pórticos del agua, y los racimos de dátiles amargos. Aquel fue el único momento ciertamente memorable. Y, si nada crece sobre el brocal de espuma de la historia, cuando las llamas se concierten bajo las bóvedas de piedra, ¿de qué valdrá asomarse al corazón metálico del tiempo? ¿Cómo agarrarse el alma el día en que las ruedas enloquezcan?
Julio Llamazares
(La lentitud de los bueyes)
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(*) Título nuestro
1 comentario:
Bello lo de Llamazares.
Cuando las vacas se nos muestran sentadas es que auguran lluvia. Mientras mantengan seco el espacio que ocupan, su vientre permanecerá seco. El agua resbalará por su piel pero su cuerpo quedará protegido.
Esto lo aprendí estos días, en un viaje por Cantabria. Lo comentó una irlandesa que sabía mucho.
Un abrazo.
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