domingo, 1 de noviembre de 2009

Strindberg me recordó a Eusebio García Luengo

En recuerdo y homenaje a ese escritor, Eusebio García Luengo, que tanto nos hizo pensar y que nos mostró su amistad, leímos las obras de teatro de Strindberg 'Danza macabra' y 'La señorita Julia'. Él era un enamorado del teatro de los sentimientos. Y si algún autor le llamó la atención más que otros ese fue Augusto Strindberg.
Es este escritor uno de los que aun se mantiene en escena. Por ejemplo,
'La señorita Julia' ha sido representada hace poco en numerosas ciudades de España.
Por si usted, que lee esta nota, siente interés por este teatro que tanto admiraba nuestro amigo, el escritor D. Eusebio García Luengo he aquí los comienzos de ambas obras a las que les pondremos fecha de publicación y traductor. Habrá otras editoriales y otras traducciones pero éstas son las que nosotros tenemos.


a) Danza macabra

b) La señorita Julia

*

DANZA MACABRA

AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG

PUBLICACIONES ESPAÑA

MADRID, 1921

TRADUCCION DE MANUEL PEDROSO

PERSONAJES:
EDGARDO, capitán en un fuerte de artillería
ALICIA, su mujer, antigua actriz
KURT, jefe de lazareto

PERSONAJES SECUNDARIOS:
JENNY.- LA VIEJA.-EL CENTINELA (mudo)

ESCENA

Interior de un redondo torreón de piedra gris.
En el fondo dos grandes puertas con mampara de cristales, a través de las cuales se ve una playa, con baterías, y el mar. A cada lado de la puerta, ventanas con flores y pájaros. A la derecha de la puerta, un piano; más en primer término, un costurero y dos butacas. A la izquierda, en nedio del escenario, una mesa de trabajo con un aparato telegráfico; más al frente, un estante con retratos. Junto a él una otomana. Aparador junto a la pared. Lámpara colgante. En la pared, al lado del piano, cuelgan dos coronas de laurel con cintas y un gran retrato de mujer, en traje de escena. Al lado de la puerta un gran perchero, al descubierto, con prendas de uniforme, sables, etc. Junto una chiffoniere. A la izquierda de la puerta una gran columna barométrica.

ACTO PRIMERO
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Una tarde cálida de otoño. Las puertas del fuerte están abiertas y a través de ellas se ve un artillero haciendo centinela con un casco bávaro; su sable brilla de vez en cuando a los reflejos del sol poniente. El mar, oscuro y tranquilo.
El capitán está sentado en una butaca a la izquierda, junto al costurero, con un cigarro apagado en la mano. Viste uniforme gastado, botas de montar y espuelas. Su aspecto es de cansancio y agotamiento.
Alicia está sentada en la butaca de la derecha, sin hacer nada. Cansada y con ansia de espera
.

EL CAPITAN.- ¿Quiéres tocar algo?
ALICIA (indiferente, pero no malhumorada).-¿Qué debo tocar?
EL CAPITAN.-¡Lo que tu quieras!
ALICIA.-No te gusta mi repertorio.
EL CAPITAN.-Ni a ti al mío.
ALICIA (esquiva).- ¿Quieres dejar abiertas las puertas?
EL CAPITAN.-¿Si es tu gusto...?
ALICIA.-Pues entonces déjalas...! (pausa) ¿Por qué no fumas?
EL CAPITAN.-Empiezo a no poder aguantar el tabaco fuerte.
ALICIA (casi amable).-Fuma otro más suave... ¡Pues es esa tu única alegría, según dices!
EL CAPITAN.-¿Alegría? ¿Qué cosa es esa?
ALICIA .-¡No me lo preguntes! Lo ignoro lo mismo que tú... ¿No quieres beber pronto tu whisky?
EL CAPITAN.-¡Esperaré un poco aun! ¿Qué hay para esta noche?
ALICIA.- ¡Yo que sé! ¡Pregúntaselo a Christel!
EL CAPITAN.-¿No ha empezado ya el tiempo de los verdeles? ¿No estamos ya en otoño?
ALICIA.-Si, en otoño.A
EL CAPITAN.-Otoño dentro y fuera. Pero dejando esto aparte, como el otoño trae consigo frío, dentro y fuera, no vendría mal un verdel al horno con unas rajas de limón y un vaso de borgoña blanco.
ALICIA.-¡Ahora te vuelves elocuente!
EL CAPITAN.-¿Nos queda aun borgoña en la bodega?
ALICIA.-No sé que desde hace cinco años tengamos siquiera bodega.
EL CAPITAN.-No sabes nunca nada. Per tenemos que proveernos para nuestras bodas de plata.
ALICIA.-¿Tienes de veras propósito de celebrarlas?
EL CAPITAN.-Naturalmente que si.
ALICIA.-Sería más natural que escondiésemos nuestra miserable vida de veinticinco años.
EL CAPITAN.-Querida Alicia: miserable ha sido, pero a ratos lo hemos pasado bien. Y hay que aprovechar el corto tiempo, que luego se acaba todo.
ALICIA.- Se acaba. ¡Si fuera verdad!
EL CAPITAN.-¡Se acaba! Lo quede se puede sacar en una carretilla y echarlo en un macizo del jardín.
ALICIA.-Y tanto ruido por un macizo.
EL CAPITAN.-Si, así es. Pero yo no lo he hecho.
ALICIA.- Tanto ruido.
(Pausa.)
ALICIA
.-¿Has cogido el correo?
EL CAPITAN.-Si.
ALICIA.-¿A cuánto sube?
EL CAPITAN (saca un papel del bolsillo y se coloca los anteojos, que enseguida se vuelve a quitar).-Leelo tú misma. Yo noveo.
ALICIA.-¿Qué te ocurre con la vista?
EL CAPITAN.-No lo sé.
ALICIA.-La edad.
EL CAPITAN.-No digas tonterías. ¿Yo?
ALICIA.-¡Si, yo no!
EL CAPITAN.-Ehm.
ALICIA (mirando la cuenta).-¿Puedes pagar esto?
EL CAPITAN.-Si; pero no ahora.
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LA SEÑORITA JULIA, tragedia naturista en un acto

AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG

M. AGUILAR . EDITOR

MADRID . 1933

TRADUCCIÓN DE CRISTOBAL DE CASTRO

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Una amplia cocina con techo de vigas decoradas y las paredes laterales ocultas entre telas. La pared del fondo avanza, sesgada, hacia el centro de la escena. A la izquierda, también, dos alacenas adornadas con papel de cocina, y en ellas, batarías de estaño, hierro y cobre. A la derecha, primer término, se ve parte de una gran puerta vidriera, en arco,por donde se divisa una fuente, con surtidor y un amorcillo, entre el ramaje de saúcos en flor y algunos chopos. Puertas a derecha e izquierda. Por la izquierda se distingue la esquina de un fogón de ladrillos con parte de la campana. A la derecha, una mesa de madera blanca para el servicio y algunas sillas. Sobre la mesa, una gran jarra japonesa, con ramos de saúco. También el fogón está adornado con ramas de abedul. En el suelo, esparcidas, ramas de enebro. Un cajón grande para el hielo. Un lavabo. Un fregadero. Sobre la puerta, un grande y antiguo reloj de péndulo. Una bocina de comunicación interior. Cristina, a la izquierda del hogar, remueve una tartera puesta al fuego. Lleva vestido claro y delantal de cocina. Por la puerta de cristales entra Juan, de librea. trae en las manos unas botas de montar, y las deja en el suelo, bien a la vista del público.

JUAN
.-También esta noche parece que la señorita Julia está medio loca, ¡loca de atar!
CRISTINA.-¿Qué? ¿Ya estás ahí?
JUAN.-Si, vuelvo ahora de la estación, de acompañar al señor conde. Al pasar entré en la barraca del baile y allí me encontré a la señoria Julia bailando con el guarda. En cuanto me vio, vino derecha a mí y me invitó a un vals de los que bailan los señores. Bailó de un modo, que no he visto cosa igual. Cuando te digo que está loca...
CRISTINA.-Si... Está violenta desde lo que le sucedió con su prometido.
JUAN.-Es posible. De todos modos, era un buen muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Presencié yo la escena a escondidas.
CRISTINA.-¿Cómo? ¿Qué tú los viste?...
JUAN.-Si. Verás: estaba una noche en el patio de las caballerizas, y la señorita le 'amaestraba', según decía. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la fusta, como un perro, a la voz de '¡hop, hop'!. Por dos veces saltó sobre ella y recibió otros tantos latigazos; pero, a la tercera, le arrancó la fusta de la mano, la hizo pedazos y se marchó.
CRISTINA.-¿Qué me cuentas? Pero, ¿pasó así?
JUAN.- Como telo digo. ¿No tienes algo bueno de comer, Cristina?
CRISTINA (saca la tartera del fuego y le sirve en un plato a Juan).- Aquí tienes. Un trozo de riñón del asado de ternera.
JUAN (olfateando el guiso).-Está muy bien. Es una verdadera delicia. (tocando el plato) Pero has debido calentarme el plato.
CRISTINA.-Cuando te pones tonto, eres más exigente que el señor conde. (le da un cariñoso tirón del pelo)
JUAN
(con brusquedad).- ¡Ay! No me tires de esa manera... Ya sabes que soy muy delicado.
CRISTINA.-¡Qué atrocidad! Si era un cariñito... (Juan sigue comiendo) (Cristina saca una botella de cerveza del cajón del hielo)
JUAN
.-¿Cerveza en la noche de San Juan? Muchas gracias... Tengo yo algo mejor. (abre el cajón de la mesa, saca una botella de vino tinto, con etiqueta amarilla) Etiqueta amarilla. ¿Ves? Trae un vaso. Mejor una copa; para beber un vino como este una copa.
CRISTINA (se dirige otra vez al fogón y coloca en él una cacerola pequeña).- ¡Dios asista a la que haya de ser tu mujer! ¡Valiente bribón!
JUAN.-Bueno, no presumas... Ya te darías por contenta con un muchacho tan fino como yo... No creo que te perjudique la suposición de que haya algo entre nosotros... (paladeando el vino) Muy bien... Muy bien... Le falta un poquitín de punto... (calentando la copa entre las manos) Este lo compramos en Dijón: cuatro francos el litro, sin casco, más el impuesto. ¿Qué dices ahora? ¡Vaya olor!...
CRISTINA.-Una porquería del demonio que la señorita Julia ha dispuesto para dársela a 'Diana'.
JUAN.-Deberías usar otros términos... ¿Por qué has de estar en una noche de fiesta guisoteando para los animales? ¿Es que está enferma la perra?
CRISTINA.- Si... Se escapó con el perro de presa. Aquí mismo hicieron juntos sabe Dios qué diabluras, y la señorita Julia no está por esas...



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