Sombra suave
Entonaban las hazañas los griots, desde unos caballos polvorientos, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia calcinada:
--No hay sombra tan suave, para quien anda con valentía luchando al sol, como la tumba de los padres cuyos hijos tuvieron el valor y el coraje de vivir honradamente... Pero más suave debe ser la sombra de la tumba de nuestros antepasados Los Ancestros...
--Mas, ¡ay!, si yo le contara al Árbol y al Árbol-Padre, lo que ha sido de sus hijos..., se quedarían tiritando y sin hojas; y si se lo contara a la Roca..., ¡bueno bueno!... se conmoverían hasta sus pilares. Todos, en suma, se morderían, como quien dice, los labios, para ahuyentar la mosca; pero... inútilmente, porque... y esto creo que también se dice por ahí... nadie escalda a nadie, lanzándole agua tibia.
--Podemos entonces concluir sin miedo a equivocarnos: No hay sombra tan suave, para quien anda valerosamente luchando al sol, como la tumba de los padres cuyos hijos han tenido el valor y el coraje de vivir con honra toda su vida... Y todavía más suave debe ser la de nuestros antepasados Los Ancestros, cuyo pueblo tuvo el valor y el coraje de vivir toda su historia sin bajar la cerviz...
Seguían tarareando las hazañas los griots, desde unos caballos polvorientos, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia detenida. El tambor, que regalaba simientes airosas a los espantados pájaros que emigraban hacia otras regiones mas amables, se negó a seguir la melopea, desgarrando su vientre secular.
¡Oh suicidio definitivo de los recuerdos del Bosque de los Vivos y de los Muertos!: guardad en el ánfora sagrada el miedo creador que levantará del polvo los anhelos. Han huido, espantados también, todos los tesoros que guardaban celosamente los caimanes. Asesinados. Símbolos de los hombres valientes. Y ya en las almacabras brillan dientes carcomidos.
¡Oh, Sol - Ozono!,véngate fundiéndoles a los carniceros los bloques de hielo de sus enormes frigoríficos. ¡Oh, Sol - Ozono!, arruina lentamente secando con tus rayos la tersa piel de esos mismos carniceros.
El tam-tam, ahora que ya es mudo testigo, se ríe, internamente triste, por el avance inexorable del siroco... Seguían tarareando las hazañas los griots, desde unos caballos de polvo, confusos alazanes, desbocados en la ciega relación de una historia calcinada y detenida. Y espantaban las moscas de cuando en cuando con las manos.
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