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¡Ahogadme en vino, hermanos, camaradas y compañeros!
Mi pálido rostro ambarino, cadavérico, hacedlo color del rubí.
Y, a fin de que, al morir, mi cuerpo sea ungido, bautizado,
¡sumergidlo enseguida en el líquido sin parangón de la vid!
Luego, impregnado así de vino mi ataúd, como mi bodega,
decoradlo, pintadlo, allí, en los umbrales de la taberna,
con muy festivas ramas de la vid más bella y más lozana,
para que sepáis que la vida continúa aun para vosotros.
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(*) Versión libre. Título nuestro
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1 comentario:
Hola amigo:
No he vuelto a saber nada de ti, imagino que todo sigue bien.
Aunque sigues caminando, todavía no nos conocemos.
Un abrazo.
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