"...y se quebró el ánfora sagrada; y el árbol, que presidió las añaceas durante siglos, se secó; huyeron las mariposas a refugiarse al vientre de las madres y fue su decidida valentía un mal augurio, por lo que la vanguardia tutelar quedose sola en la helada penumbra del puerto; una vez franqueadas las cancelas, la conciencia se apagó y brilló al mismo tiempo para llorar la pérdida del alba; y vio la diferencia erizada de rejones y con los fosos atestados de hambrientos cancerberos, como si él tuviera manos temblorosas y alargadas de intentar apropiarse las estrellas, labios agrietados y miedosos de besar el cielo y ojos alucinados y envidiosos, cubiertos de manjares prohibidos; y preparado, como está, para el combate sin inclinar la frente, respirar el aire viciado que le den y hacer de tripas corazón y coraje, coraje y corazón con la nostalgia, -que es el tesoro más preciado que le queda-, construirá una morada, tan airosa como el viento, que luego pintarán las mariposas renacidas; y aunque después venga la indiferencia o el desprecio -color mierda- y mas tarde el acoso violento -nauseabumbo y criminal-, que sin duda llegará; empero, para entonces, con los suyos, ya habrá plantado un nuevo árbol, que presidirá las añaceas tribales, de regreso a la tierra comunal abandonada..."
Álvarez del Burlo
(Creemos que bajo esta firma se esconde D. José Mª Amigo Zamorano, director de la revista)
(Caminar conociendo, nº 7, página 33 de julio de 1998)
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