La primera vez que D. Eusebio García Luelmo nos habló de su claustrofobia fue en el bar Pinar de Las Navas del Marqués. Este bar está en la Avenida Principal antes del Generalísimo. Fuimos ha hablar con él a eso de las once de la mañana. Estaba en la mesa de la esquina, junto a la una de las dos ventanas. Según se entra a la izquierda. No tiene pérdida. Es pequeño. El bar. Tenía la taza del café con el platillo encima. Café que le duraba toda la mañana (luego, leyendo a escritores que lo conocieron en Madrid, nos enteramos que hizo siempre lo mismo). Lo tomaba con una magdalena. A veces, no siempre, se le caía algo de café en la camisa. De ahí las manchas que se le veía. Y no por mugre. No por falta de higiene. Hay que decir que vivía en la calle Cervantes ¡qué casualidad en un escritor! En un chalecito u hotel, como por aquí se les llama, y era atendido por una señora que moraba enfrente, la cual le hacía la comida y le levaba la ropa. Todo lo que el viejo escritor consentía. En cuanto a lo de la ropa amplia -nos contó- era porque, efectivamente, era prestada.
A la revista 'Caminar Conociendo', nº 7, se le han ido agregando escritos. Si desea ojear el número de ella retroceda hasta encontrar el índice, el staf o los titulares de la misma.
viernes, 13 de noviembre de 2009
José Mª Amigo Zamorano: La caida de D. Eusebio García Luengo
La primera vez que D. Eusebio García Luelmo nos habló de su claustrofobia fue en el bar Pinar de Las Navas del Marqués. Este bar está en la Avenida Principal antes del Generalísimo. Fuimos ha hablar con él a eso de las once de la mañana. Estaba en la mesa de la esquina, junto a la una de las dos ventanas. Según se entra a la izquierda. No tiene pérdida. Es pequeño. El bar. Tenía la taza del café con el platillo encima. Café que le duraba toda la mañana (luego, leyendo a escritores que lo conocieron en Madrid, nos enteramos que hizo siempre lo mismo). Lo tomaba con una magdalena. A veces, no siempre, se le caía algo de café en la camisa. De ahí las manchas que se le veía. Y no por mugre. No por falta de higiene. Hay que decir que vivía en la calle Cervantes ¡qué casualidad en un escritor! En un chalecito u hotel, como por aquí se les llama, y era atendido por una señora que moraba enfrente, la cual le hacía la comida y le levaba la ropa. Todo lo que el viejo escritor consentía. En cuanto a lo de la ropa amplia -nos contó- era porque, efectivamente, era prestada.
domingo, 1 de noviembre de 2009
Strindberg me recordó a Eusebio García Luengo
Es este escritor uno de los que aun se mantiene en escena. Por ejemplo, 'La señorita Julia' ha sido representada hace poco en numerosas ciudades de España.
Por si usted, que lee esta nota, siente interés por este teatro que tanto admiraba nuestro amigo, el escritor D. Eusebio García Luengo he aquí los comienzos de ambas obras a las que les pondremos fecha de publicación y traductor. Habrá otras editoriales y otras traducciones pero éstas son las que nosotros tenemos.
a) Danza macabra
b) La señorita Julia
*
DANZA MACABRA
AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG
PUBLICACIONES ESPAÑA
MADRID, 1921
TRADUCCION DE MANUEL PEDROSO
PERSONAJES:
EDGARDO, capitán en un fuerte de artillería
ALICIA, su mujer, antigua actriz
KURT, jefe de lazareto
PERSONAJES SECUNDARIOS:
JENNY.- LA VIEJA.-EL CENTINELA (mudo)
ESCENA
Interior de un redondo torreón de piedra gris.
En el fondo dos grandes puertas con mampara de cristales, a través de las cuales se ve una playa, con baterías, y el mar. A cada lado de la puerta, ventanas con flores y pájaros. A la derecha de la puerta, un piano; más en primer término, un costurero y dos butacas. A la izquierda, en nedio del escenario, una mesa de trabajo con un aparato telegráfico; más al frente, un estante con retratos. Junto a él una otomana. Aparador junto a la pared. Lámpara colgante. En la pared, al lado del piano, cuelgan dos coronas de laurel con cintas y un gran retrato de mujer, en traje de escena. Al lado de la puerta un gran perchero, al descubierto, con prendas de uniforme, sables, etc. Junto una chiffoniere. A la izquierda de la puerta una gran columna barométrica.
ACTO PRIMERO
_____
Una tarde cálida de otoño. Las puertas del fuerte están abiertas y a través de ellas se ve un artillero haciendo centinela con un casco bávaro; su sable brilla de vez en cuando a los reflejos del sol poniente. El mar, oscuro y tranquilo.
El capitán está sentado en una butaca a la izquierda, junto al costurero, con un cigarro apagado en la mano. Viste uniforme gastado, botas de montar y espuelas. Su aspecto es de cansancio y agotamiento.
Alicia está sentada en la butaca de la derecha, sin hacer nada. Cansada y con ansia de espera.
EL CAPITAN.- ¿Quiéres tocar algo?
ALICIA (indiferente, pero no malhumorada).-¿Qué debo tocar?
EL CAPITAN.-¡Lo que tu quieras!
ALICIA.-No te gusta mi repertorio.
EL CAPITAN.-Ni a ti al mío.
ALICIA (esquiva).- ¿Quieres dejar abiertas las puertas?
EL CAPITAN.-¿Si es tu gusto...?
ALICIA.-Pues entonces déjalas...! (pausa) ¿Por qué no fumas?
EL CAPITAN.-Empiezo a no poder aguantar el tabaco fuerte.
ALICIA (casi amable).-Fuma otro más suave... ¡Pues es esa tu única alegría, según dices!
EL CAPITAN.-¿Alegría? ¿Qué cosa es esa?
ALICIA .-¡No me lo preguntes! Lo ignoro lo mismo que tú... ¿No quieres beber pronto tu whisky?
EL CAPITAN.-¡Esperaré un poco aun! ¿Qué hay para esta noche?
ALICIA.- ¡Yo que sé! ¡Pregúntaselo a Christel!
EL CAPITAN.-¿No ha empezado ya el tiempo de los verdeles? ¿No estamos ya en otoño?
ALICIA.-Si, en otoño.A
EL CAPITAN.-Otoño dentro y fuera. Pero dejando esto aparte, como el otoño trae consigo frío, dentro y fuera, no vendría mal un verdel al horno con unas rajas de limón y un vaso de borgoña blanco.
ALICIA.-¡Ahora te vuelves elocuente!
EL CAPITAN.-¿Nos queda aun borgoña en la bodega?
ALICIA.-No sé que desde hace cinco años tengamos siquiera bodega.
EL CAPITAN.-No sabes nunca nada. Per tenemos que proveernos para nuestras bodas de plata.
ALICIA.-¿Tienes de veras propósito de celebrarlas?
EL CAPITAN.-Naturalmente que si.
ALICIA.-Sería más natural que escondiésemos nuestra miserable vida de veinticinco años.
EL CAPITAN.-Querida Alicia: miserable ha sido, pero a ratos lo hemos pasado bien. Y hay que aprovechar el corto tiempo, que luego se acaba todo.
ALICIA.- Se acaba. ¡Si fuera verdad!
EL CAPITAN.-¡Se acaba! Lo quede se puede sacar en una carretilla y echarlo en un macizo del jardín.
ALICIA.-Y tanto ruido por un macizo.
EL CAPITAN.-Si, así es. Pero yo no lo he hecho.
ALICIA.- Tanto ruido.
(Pausa.)
ALICIA.-¿Has cogido el correo?
EL CAPITAN.-Si.
ALICIA.-¿A cuánto sube?
EL CAPITAN (saca un papel del bolsillo y se coloca los anteojos, que enseguida se vuelve a quitar).-Leelo tú misma. Yo noveo.
ALICIA.-¿Qué te ocurre con la vista?
EL CAPITAN.-No lo sé.
ALICIA.-La edad.
EL CAPITAN.-No digas tonterías. ¿Yo?
ALICIA.-¡Si, yo no!
EL CAPITAN.-Ehm.
ALICIA (mirando la cuenta).-¿Puedes pagar esto?
EL CAPITAN.-Si; pero no ahora.
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LA SEÑORITA JULIA, tragedia naturista en un acto
AUTOR: AUGUSTO STRINDBERG
M. AGUILAR . EDITOR
MADRID . 1933
TRADUCCIÓN DE CRISTOBAL DE CASTRO
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Una amplia cocina con techo de vigas decoradas y las paredes laterales ocultas entre telas. La pared del fondo avanza, sesgada, hacia el centro de la escena. A la izquierda, también, dos alacenas adornadas con papel de cocina, y en ellas, batarías de estaño, hierro y cobre. A la derecha, primer término, se ve parte de una gran puerta vidriera, en arco,por donde se divisa una fuente, con surtidor y un amorcillo, entre el ramaje de saúcos en flor y algunos chopos. Puertas a derecha e izquierda. Por la izquierda se distingue la esquina de un fogón de ladrillos con parte de la campana. A la derecha, una mesa de madera blanca para el servicio y algunas sillas. Sobre la mesa, una gran jarra japonesa, con ramos de saúco. También el fogón está adornado con ramas de abedul. En el suelo, esparcidas, ramas de enebro. Un cajón grande para el hielo. Un lavabo. Un fregadero. Sobre la puerta, un grande y antiguo reloj de péndulo. Una bocina de comunicación interior. Cristina, a la izquierda del hogar, remueve una tartera puesta al fuego. Lleva vestido claro y delantal de cocina. Por la puerta de cristales entra Juan, de librea. trae en las manos unas botas de montar, y las deja en el suelo, bien a la vista del público.
JUAN.-También esta noche parece que la señorita Julia está medio loca, ¡loca de atar!
CRISTINA.-¿Qué? ¿Ya estás ahí?
JUAN.-Si, vuelvo ahora de la estación, de acompañar al señor conde. Al pasar entré en la barraca del baile y allí me encontré a la señoria Julia bailando con el guarda. En cuanto me vio, vino derecha a mí y me invitó a un vals de los que bailan los señores. Bailó de un modo, que no he visto cosa igual. Cuando te digo que está loca...
CRISTINA.-Si... Está violenta desde lo que le sucedió con su prometido.
JUAN.-Es posible. De todos modos, era un buen muchacho. ¿Tú sabes cómo ocurrió la cosa? Presencié yo la escena a escondidas.
CRISTINA.-¿Cómo? ¿Qué tú los viste?...
JUAN.-Si. Verás: estaba una noche en el patio de las caballerizas, y la señorita le 'amaestraba', según decía. ¿Sabes cómo? Pues haciéndole saltar sobre la fusta, como un perro, a la voz de '¡hop, hop'!. Por dos veces saltó sobre ella y recibió otros tantos latigazos; pero, a la tercera, le arrancó la fusta de la mano, la hizo pedazos y se marchó.
CRISTINA.-¿Qué me cuentas? Pero, ¿pasó así?
JUAN.- Como telo digo. ¿No tienes algo bueno de comer, Cristina?
CRISTINA (saca la tartera del fuego y le sirve en un plato a Juan).- Aquí tienes. Un trozo de riñón del asado de ternera.
JUAN (olfateando el guiso).-Está muy bien. Es una verdadera delicia. (tocando el plato) Pero has debido calentarme el plato.
CRISTINA.-Cuando te pones tonto, eres más exigente que el señor conde. (le da un cariñoso tirón del pelo)
JUAN (con brusquedad).- ¡Ay! No me tires de esa manera... Ya sabes que soy muy delicado.
CRISTINA.-¡Qué atrocidad! Si era un cariñito... (Juan sigue comiendo) (Cristina saca una botella de cerveza del cajón del hielo)
JUAN.-¿Cerveza en la noche de San Juan? Muchas gracias... Tengo yo algo mejor. (abre el cajón de la mesa, saca una botella de vino tinto, con etiqueta amarilla) Etiqueta amarilla. ¿Ves? Trae un vaso. Mejor una copa; para beber un vino como este una copa.
CRISTINA (se dirige otra vez al fogón y coloca en él una cacerola pequeña).- ¡Dios asista a la que haya de ser tu mujer! ¡Valiente bribón!
JUAN.-Bueno, no presumas... Ya te darías por contenta con un muchacho tan fino como yo... No creo que te perjudique la suposición de que haya algo entre nosotros... (paladeando el vino) Muy bien... Muy bien... Le falta un poquitín de punto... (calentando la copa entre las manos) Este lo compramos en Dijón: cuatro francos el litro, sin casco, más el impuesto. ¿Qué dices ahora? ¡Vaya olor!...
CRISTINA.-Una porquería del demonio que la señorita Julia ha dispuesto para dársela a 'Diana'.
JUAN.-Deberías usar otros términos... ¿Por qué has de estar en una noche de fiesta guisoteando para los animales? ¿Es que está enferma la perra?
CRISTINA.- Si... Se escapó con el perro de presa. Aquí mismo hicieron juntos sabe Dios qué diabluras, y la señorita Julia no está por esas...
miércoles, 28 de octubre de 2009
Edgar Lee Masters: Frank Drummer
/
De una celda a este sitio sombrío
¡El fin a los veinticinco!
Mi lengua no podía expresar lo que dentro de mí bullía,
y el pueblo creyó que estaba loco.
Pero fue una clara visión al principio,
una noble e irresistible determinación
que me hizo querer aprender de memoria
la Enciclopedia Británica.
/
Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
(De 'Poesía Libre. Año IV, nº 10, enero de 1984. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua)
.
Responsable: Julio Valle-Castillo
.
Consejo Editorial:
Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)
lunes, 19 de octubre de 2009
Frans Eemil Sillanpää: Canciones proletarias (*)
-Deben de ser ellos los que están ladrando afuera.
-No; se trata de Kalle y Vithori, conozco sus voces; han olido la hembra -respondió la mujer dando media vuelta.
Al poco dormía ya. Su marido se levantó y entró en la sala y, después de haber comprobado que sus dos servidores dormían se acercó a la ventana y miró al camino iluminado por la luna. Los dos muchachos nombrados por su mujer se alejaban lentamente, pero su canto dejó una impresión desagradable en la conciencia del campesino propietario. Al volverse, miró a sus crados dormidos, y luego regresó a su habitación. Antes de dormirse experimentó un temor indefinible.
-Los pobres son tan numerosos que todo irá al diablo si las cosas se complican. No dejarán de quedarse con todo -se dijo suspirando.
*
(Frans Eemil Sillampää, en la novela 'Silja')
__________
(*) Título añadido
lunes, 21 de septiembre de 2009
Behanzin: Canción camino del exilio
*
Canción compuesta por el rey Behanzin cuando iba para el exilio
*
¿Qué me puede hacer
el extranjero?
Nada puede hacer.
-
En la vida, la trampa de pescar que no tiene pescado
es llevada otra vez a la casa;
el eleffante retornará
a la casa de sus padres.
-
Están en la tierra
y me perturban.
La población se burla de mi.
Pero si me saludan, no me importa,
si no me saludan, no me importa.
-
En la vida, la trampa de pescar que no tiene pescado
es llevada otra vez a la casa;
el elefante retornará
a la casa de sus padres.
*
(Tomado de 'Poesía Libre', número 14; revista de poesía; Ministerio de Cultura, Managua-Nicaragua; año V; marzo de 1985)
martes, 1 de septiembre de 2009
José Mª Amigo Zamorano: El Extraño y Verde Amor de Tareo
jueves, 23 de julio de 2009
Marglet Cuthbert: Solo vos me traes amor
El sol me caclienta como tu cuerpo.
El viento frío como tu enojo
y la música que me cantás
es nuestro deseo.
La lluvia es como tus besos
y las palmas son como tus brazos.
Todas las cosas vivas traen felicidad.
*
Marglet Cuthbert
Taller de poesía de Laguna de Perlas
*
Revista 'Poesía libre'. Ministerio de Cultura (Managua, Nicaragua) Año IV, número 10, enero de 1984
sábado, 27 de junio de 2009
Poema leído en un papiro
que ella plantara con sus propias manos,
cuando entreabre los labios para hablar,
el murmullo de sus hojas verdes
es dulce como el sabor de la miel.
Es bello.
Hermoso, acogedor e íntimo
como el color verdioscuro de sus ramas,
más profundo que el verdor del moral
adonde antaño siendo niña gateara.
Está cuajado de fruta madura,
roja como el jaspe sanguíneo.
Sus hojas tienen el color de la malaquita,
su corteza posee el color del jaspe verde.
Los frutos, ¡ah los frutos!, imanan como el rojo de sus labios.
En fin, atrae a los que no están a su abrigo
porque en su sombra las brisas se refrescan.
Es como si colocara una carta de amor
en la mano de una doncella, hija del mayordomo jefe,
a la que hace correr anhelante hacia el amado:
'Ven a pasar un momento con tus amigos.
El jardín está en fiesta,
y yo guardo el emparrado y la tienda.
Las gentes del jardín se solazan
y son aun más felices cuando te ven aparecer.
Haz venir a los lacayos ante mi con provisiones.
Luego vuelo hacia ti,
y es como si me sintiera ebrio,
sin haber bebido'.
Los servidores vinieron con alimentos,
trajeron variadas cervezas,
panes de todas clases;
muchas flores de ayer y de hoy;
y toda clase de frutos.
¡Oh! que pueda transcurrir el día felizmente
mañana tras mañana,
tres jornadas ininterrumpidas sentándose a mi sombra.
Su amigo está a su diestra.
Ella le da de beber y hace lo que él dice.
Mientras la compañía se hunde en la borrachera,
ella se mantiene apartada de su hermano.
Va y pasea bajo mis ramas,
la hermana,
pero yo guardaré silencio
y no revelaré
ni lo que vea,
ni sus
palabras.
*
Papiro del Egipto Antiguo
(Versión libre de Iswe Letu)
martes, 5 de mayo de 2009
Pedro de la Cerda / Eugenia Lefevre: Ante la policía y sus esbirros (*)
Nos ha dejado don Francisco Correal, un vecino de Las Navas del Marqués, un libro que escribiera, antaño, allá por finales de los años 20 del siglo pasado, Pedro de la Cerda y su esposa Eugenia Lefevre. Pedro de la Cerda -nos informa D. Paco- fue un militar al que, él, compró una finca que hoy se llama La Cerda. Militar que participó en la represión del levantamiento minero de Asturias, durante la II República de España. En las 'Memorias de Azaña' -nos asegura nuestro amigo señalando página y todo- aparece este militar diciendo que el gobierno de esta república estaba lleno de zascandiles. Opinión que llegó a Azaña y que lo destituyó. O algo así. Y, asegura, después no se volvió a saber ni a oír nada de él. En la conversación nos informa, además, que Pedro de la Cerda, el general Alejandro Mas y el pintor Aniceto Marinas se reunían a charlar aquí en Las Navas. Para mayor información asegura que en algunos libros se dice de él, del militar De la Cerda, que daba paseos en 'bolas' por entre los pinos.
.
Comenzamos a leer el libro y nos sorprende escribiendo opiniones muy duras sobre la España de su tiempo, del tiempo en el se escribe el libro; es decir: la dictadura del general Primo de Rivera. Manifestamos nuestra sorpresa al que nos ha dejado el libro; quien -tenemos que proclamarlo- es muy amante de las cosas de su pueblo y las conoce al dedillo; y el libro también. Nos dice, sin dudarlo, que es normal, porque Pedro de la Cerda era republicano y estaba siendo maltratado por la dictadura de aquel entonces: la llamada dictablanda. Por eso se fue de España realizando un viaje por el mundo. El libro es el resultado de ese garbeo turístico por el orbe. Se titula 'Viaje universal en busca de la verdad'. Y comienza, según parece, por estos lares.
"Todo llega en la vida: el 27 de julio de 1928, solitos y sin que nadie se apercibiese, partimos de nuestra casita 'Los Golos', situada en la Sierra de Malagón, a 1.400 metros de altitud, centrada en inmenso y delicioso pinar. Por la tarde, en la capital, recogemos nuestros bagajes, y el 28, temprano, en el rápido, camino de París.
A las once el tren atraviesa el pinar; a lo lejos nuestra casita blanca, solitaria, testigo de nuestras dichas; allí quedan 'Soberbia' y 'Choli', que durante doce años nunca nos abandonaron en penosos viajes, nuestros inolvidables y mejores amigos, los únicos que jamás nos mordieron; espérannos (sic), con gran pena nos atormenta vuestra ausencia. Nos abrazamos; el mismo pensamiento nos asalta. ¿Volveríamos? Siempre unidos y felices en la zozobra y pesares, después de tanta aventura, riesgos y peligros únicos, que animosos y convencidos afrontamos en nuesto viaje. Solos, sin apoyos en el mundo, mas con la fuerza ideal que da nuestra solidaridad, sin abandonos, frente a frente de lo desconocido e inevitable.
Por la noche abandonamos nuestro territorio; después de sufrir todas las vejaciones imaginables ante la policía y sus esbirros, también avergonzados, presentes sus desafueros y obligados por el régimen. Pasamos y seguimos, entrando en Francia sin molestia alguna, el 29 de madrugada en París.
¡¡París, París!! (sic), la antorcha siempre encendida, que jamás toleró apagar un pueblo viril pleno de razón y libertad. Respiramos, nos sentimos superiores; parece que ya no somos bestias, nos elevamos a seres que pueden pensar, sentir y querer libremente. ¡¡París!! (sic), que recoge y ampara todos los anhelos humanos con sus grandezas y liviandades; en donde viven su vida: el sabio, superándose y acercándose hasta la posible sabiduría; el artista, con sus creaciones, elevándose hasta el genio; el vicio y la corrupción, hundiéndose en fétidos y profundos fangos."
martes, 7 de abril de 2009
Pierre Makombo Bamboté (*): De Bangui a París - Tercero - Único-
martes, 3 de febrero de 2009
Agustín García Calvo: Para Don Felipe (1)
No puedo ya fingir _(3) que no sé lo que eres,
oh luna, o que no sé _ por qué creces y menguas,
ni puedo ya en verdad _ dibujar en tu cara
figuras ni un collar _ que de ánimas blancas
te ciña ni beber _ fría miel de tu cuenco.
Sé todo ya de tí, _ cómo giras y ruedas
y cómo, al par que vas _ cada tarde más gruesa
volviéndote, a la par _ sales más y más tarde,
hasta que, cuando ya _ sales justo al momento
que el sol se pone, hoy, _ toda llena seguro
que en alto cielo a tí _ te veré a medianoche,
y luego, cuando más _ trasnochando me hagas
aquí esperarte, al fin _ cuando asomes, más poca
y cada noche más _ he de verte flaquilla,
hasta que, al asomar _ con el alba, te anule
de un suspiro el sol _ como hebrilla de seda.
Lo sé todo de tí: _ que eres un mordisquito
que se desmigajó _ una vez de esta pella,
cuando se estaba aún _ para tierra cuajando,
la cual tampoco más _ era que una pavesa
que del ardor del sol _ desprendida brincara,
cuando él no era más, _ a su vez, que es destello
de un rebujón de gas _ que estalló en llamaradas
por un momento, oh sí _ un momento, que es éste,
y que por eso a tí _ te parece que dura
tan largo, pero es _ un momento cualquiera
del juego del azar _ de fugaces relumbres
de chispas que a través _ de la noche sin fondo
de vez en cuando dan _ en brillar, y se llaman
'estrella' por no más _ que el istante(*) que tarda
la boca del sinfín _ en decirle su nombre;
y más te digo aún, _ que ese juego al fin todo
de a tiempos encender _ y apagar farolillos
y de espolvorear _ el abismo de polvo
de luz y de enroscar _ caminitos de leche
tal vez solo a un rincón _ del profundo le toca,
y fuera, más allá _ de tu cielo y el mío
(¿me oyes?), más allá _ no se juega a esas cosas,
quizás a nada (¿no?) _ a silencio sin nombre.
Ya ves; y aún sé más _ de ti, luna, y te digo
que, cuando más lo sé, _ menos sé lo que eres,
y menos eres tú, _ menos eres tú, luna,
y hundiéndoteme vas _ pequeñita a lo lejos,
y te me esfumas ya _ como un guiño en un sueño.
¡Espera! Escucha aún: _ que el que sabe eso todo,
que sé quien eres tú _ y te borro, éste mismo
¿quién es? No puede ser: _ yo no puedo estar dentro
de lo que sé, y así _ no podré saber nunca
quién soy. ¿Verdad que yo _ no soy nadie ni nada?
Oh luna, dilo tú, _ díme tú "No soy nadie",
y de ese modo, yo _ seré tú que lo dices.
Sé tú mi espejo, tú _ mi espejito de plata,
que en tí me mire yo, _ y me vea que nada,
no hay nada. Líbrame _ de ilusiones, oh luna,
oh tú: desnúdame _ de mi último harapo.
Agustín García Calvo, Las Navas, agosto '97
__________
(1) El título se lo hemos puesto nosotros
(2)Dedicatoria del autor a un vecino del barrio de La Estación de Las Navas del Marqués, donde pasa temporadas el maestro
(3) La rayita se la hemos puesto nosotros. La separación es de Don Agustín.
(*) Particular ortografía del autor
(este poema, creemos, salió en las primeras páginas de la revista 'Caminar conociendo', pero al ser copiado este número a Internet se debió de olvidar porque no aparecía)
José Mª Amigo Zamorano: La fama de Agustín García Calvo
martes, 27 de enero de 2009
Paul Niger: ¿Qué?
onda en la noche a través de las selvas,
nada - o un alma nueva
timbre
entonación
vigor
dilatamiento
vibración gradualmente fluye de la médula,
y agita en su camino un viejo corazón dormido,
tomándole el pulso y enroscándose
da vueltas,
y vibra todavía, en las manos, los riñones, el sexo,
los muslos, la vagina y descendiendo más abajo
hace entrechocar las rodillas, las articulaciones de los tobillos,
la adherencia de los pies, ¡oh! este frenesí
que me rezuma del cielo.
Pero también, oh amigo, un nuevo orgullo que desciende ante
nuestros ojos al pueblo del desierto, un valor inapreciable,
un alma inflexible, un gesto sin sacudidas
en una carne sin fatigas.
Paul Niger
viernes, 9 de enero de 2009
Pierre Vilar: Sobre Marx y Stalin
2) "Un joven filósofo americano-japonés ha anunciado hace poco 'el final de la historia' a raiz del triunfo universal de las democracias liberales. ¿Le preguntó acaso su opinión a los salvadoreños, haitianos, palestinos e iraníes?... ¿Y a los habitantes de todas las 'fabelas' del mundo?... ".
3) "Cada día se nos dice que el 'estalinismo' acaba de ser derrotado en Budapest, en Berlín, en Praga; y se nos recuerda 1956, 1961, 1968. Que yo sepa Stalin murió en 1953 y pronto se renegó de él".
4) "Los que hemos vivido 1914 y 1939 sabemos hasta donde pueden llevar la codicia de los que posen las iquezas, los renocores de los nacionalismos y la ceguera de los políticos. Y en el mismo momento en que tantas voces oficiales proclaman '¡Por fin no le tenemos miedo a Marx!', el viejo historiador que soy, llama, al contrario, a la vigilancia, en nombre de sus análisis".
jueves, 8 de enero de 2009
Carlos Marx: Sinvergüenzas en la aristocracia financiera
La prensa de nuestros días se ha hecho eco de una juerga llevada a cabo por dirigentes financieros (si el recuerdo no nos falla en California) en la cual se gastaron, en una sola noche, miles y miles de dólares, mientras habían arruinado a miles y miles de ahorradores. Marx en 1850, en su libro 'Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850', escribía estas palabras de suma actualidad en el 2009:
"Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba a la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne (café de mala nota), la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar su satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpemproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa."
Y sigue con estas palabras:
"Las fracciones no dominantes de la burguesía francesa clamaban: ¡Corrupción! El pueblo gritaba: A bas les grands voleurs! A bas les assassins!"
-Nos gustaría que las masas, el pueblo, no una minoría, salieran gritando eso. Pero de momento no las vemos -añadimos nosotros, ahora, en enero de 2009.