Entrevista a Jon Juaristi, autor de ‘El Bucle Melancólico’, por Juan Carlos Elijas (*)
Nacido en Bilbao en 1951. Antiguo militante de ETA en la época franquista. Asiduo colaborador de El País (cuando se hizo la entrevista). Profesor de Lingüística en la Universidad del País Vasco. Escritor polémico donde los haya. Su último libro contra el nacionalismo radical, 'El bucle melancólico’, ha suscitado ríos de tinta donde unos, obviamente, han estado a favor y otros en contra, y ha figurado y figura en los primeros puestos de venta. Pero no solo el ensayo ha tocado su pluma, además, Jon Juaristi, es un excelente poeta. Miguel de Unamuno, Blas de Otero y Gabriel Aresti forman un trío con el que se entronca. Diario de un poeta recién cansado fue un chorro de aire fresca. Luego, tras varios libros de poemas, la publicación de Mediodía (Granada, 1994) representó un hito en su quehacer poético.
Juan Carlos Elijas: ¿Qué diferencia existe entre tenerse o ser tendido por poeta? ¿Quién/es debe/n autorizar?
Jon Juaristi: Sería muy difícil de concretar. Es una distinción que puede sostenerse desde la intuición del lector. Uno lee determinados autores y saben que son poetas y otros que están haciendo por ser poetas pero que no llegarán a serlo en la vida. La distinción se difumina dentro de lo que es mundo literario, de la difusión, de la lectura.
J. C. E.: La eficacia psicológica de un texto no depende las ideas de su autor en torno a la poesía, ¿de qué, pues, depende?
J. J.: La eficacia psicológica está relacionada con el efecto retórico de la realidad. La realidad siempre es una construcción en un poema. Julio Caro Baroja consigue dar una clave que al cualquier escritor realista –no sólo poetas- debería servirle como tema de reflexión importante: la palabra es una sombra equívoca de una realidad. La eficacia psicológica del XIX se puede ver más en la novela que en al poesía: Flaubert, Balzac, Pérez Galdós (que no es que fuera un gran maestro en el uso del idioma; sin embargo tenía una eficacia psicológica) A mi, en concreto, me ha venido mucho mejor la lectura de los novelistas franceses realistas para la construcción de una poética realista en poesía que de la lectura de poetas.
J. C. E.: Habla del acto poético como ‘verificación melancólica de la caducidad de las cosas’, ¿por qué la composición es tarea dolorosa? ¿es la melancolía el dolor de los tristes como manifiesta Andrés Trapiello?
J. J.: La melancolía es más complicada. Es la negativa a resignarse a una pérdida. La verificación de esas pérdidas es siempre una verificación melancólica porque uno no se resigna a perder las cosas que ha querido, con las que se ha identificado. Desde ese punto de vista, la escritura de un poema, en la medida que el poema trata de recuperar ese objeto perdido, es una tarea melancólica y, por tanto, dolorosa. El dolor de los tristes como dice Trapiello.
J. C. E.: Propone la creación de un personaje de ficción que diga sus poemas, una suerte de ente lírico. ¿Qué condiciones debe reunir? ¿Qué hay de ese juego pactado entre autor y lectores?
J. J.: Dentro del tipo de poesía que yo intento hacer (una poesía de la experiencia, una poesía realista o como se le quiera llamar en principio), el pacto se produce en torno al concepto de realidad como efecto del sentido del poema. Pero no como algo exterior al poema, sino como el efecto psicológico. El pacto es un pacto acerca de una realidad ficticia. Proust, pienso, es un autor fundamental en este sentido.
J. C. E.: Jon Juaristi es un avezado escultor de la ironía. ¿Cómo se trabajan los sentimientos, las emociones, en una época en que la tragedia sigue imperando sobre la comedia?
J. J.: El deber del escritor de poesía es suscitar emociones. Es su deber con el lector. Forma parte del juego pactado. Pero al mismo tiempo hay que impedir que el lector acabe por confundir esas emociones literarias con las emociones auténticas, con las emociones de la vida. Hay que impedir que se confunda la literatura con al vida, porque esa es la base de todo el engaño, y después, por supuesto, la base de todas las manipulaciones ideológicas de la poesía o de la literatura en general. La ironía es, fundamentalmente, el procedimiento para devolver esas emociones suscitadas por el poema su condición exclusivamente literaria. Es la forma de crear una distancia entre el lector –como sujeto paciente emocional- y el poema, como pretexto de la emoción.
J. C. E.: Usa con buen gusto recursos fonéticos trazados por la ironía (Diario de un poeta recién cansado), two boxes of winston (Churchill) tomarlo todo con las karma, ¿por qué la quieres tango?)
J. J.: Los juegos fonéticos tienen que ver con Blas de Otero y yo diría más, también de Unamuno. Y eso si que puede ser una característica de cierta poesía escrita en castellano por vascos. El problema de la identidad lingüística de los vascos es un problema que no se resolverá jamás. O yo, al menos, no espero resolverlo. Yo soy un vasco absolutamente traumatizado: nací en Bilbao, mi lengua vernácula ha sido el castellano. Sin embargo la presencia cercana del vasco –hay que tener presente que Bilbao está metido en pleno país vascuence, como decía Unamuno- crea una serie de contrastes, una serie de contradicciones en la conciencia lingüística que tienen su importancia.
En Bilbao no ha habido una poesía dialectal. Unamuno se dedicó a recoger vocablos raros en el campo leonés. Extremeño, salmantino y a trufar de esos vocablos campesinos sus poemas. De alguna forma comenzó a introducir un recurso en la poesía española que es exclusivamente vasco. Otero tiene la virtud de convertir este tipo de aliteraciones en algo artístico: ‘árboles abolidos volveréis a brillar al sol, olmos sonoros’. Me siento mucho más cercano a Otero y Unamuno porque me he visto enfrentado a sus mismos problemas lingüísticos.
J. C. E.: ¿Cómo llega a establecer sus directrices desde los primeros momentos?
J. J.: Cuando empecé a escribir poesía partí de unas posiciones puramente pragmáticas: no me voy a ganar la vida con la poesía.
A mí en aquellos momentos me divertía hacerla. Eso si, cada vez menos, después se ha ido perfilando muchísimo más, es una poesía más acabada. Yo empecé a escribir poesía de una forma muy irresponsable, como se empieza a escribir poesía. Lo que escribo es una ficción, una mentira artística. A partir del psicoanálisis hay unas ideas que me han servido de mucho: lo que el psicoanálisis recompone en el diván no es una experiencia biográfica literal, lo que hace es una novela propia en la que se reconoce, reconoce una verdad. El poema debe llevar implícito su propio comentario, su propia glosa crítica. Tiene que desmontar ese efecto creado. Todo poema con su autodestrucción programada.
Jon Juaristi
Bibliografía lírica:
Poemarios:
*Diario de un poeta recién cansado, Pamplona, 1986
*Suma de varia intención, Pamplona, 1987
*Arte de marear, Madrid, 1988
*Los paisajes domésticos, Sevilla, 1992
Antologías:
+La sal de la copla, Trieste, 1990
+El pozo de la memoria, México, 1991
+Mediodía, Granada, 1994
Textos: Juan Carlos Elijas
Juan Carlos Elijas es un poeta tarraconense del grupo ‘Mediona 15’